Este tema me viene dando vueltas desde hace tiempo y sin saber cómo empecé a escribir. Ahora lo hago en este sitio pues se están dando tantas sincronías que no puedo dejar de responder a ellas. Siento que así soy guiada desde otros niveles energéticos. Y esta nota está basada en un artículo de un diario que traje de un país lejano, hace varios años, pues tenía algo que me interesó y que leería cuando encontrara el tiempo… El tiempo siguió pasando, y buscando un diario para proteger unas piezas de cerámica, encuentro en un lugar insólito, ese diario que vuelve a interesarme… Pero esta vez lo leo, y baso este escrito en un artículo de Kingsley L. Dennis que resumo, agregando lo propio para hacérmelo más comprensible, y puedo poner palabras más precisas a lo que intuyo como verdad. ¡Basta que esté la intención la ayuda llega…! Agradezco y vuelvo a agradecer.

A la pregunta de ¿Quiénes somos los humanos? podemos responder diciendo que somos seres vivos que en este momento de nuestra evolución tenemos que afrontar una realidad que nos distrae continuamente, forzándonos a atender gratificaciones externas, en detrimento de la atención a nuestro mundo interno. Hay demasiada información pero no suficiente sentido. Podemos ser gigantes intelectuales, pero al mismo tiempo, desde el punto de vista espiritual, niños. Nosotros ya venimos con la capacidad y el potencial para desarrollar nuestra consciencia. Es muy importante el cómo respondemos a cada circunstancia. El sentido que le damos a lo que sucede, no depende del hecho en sí, sino de nuestra respuesta interna a él, de lo que percibimos en cada situación.

Para ser una persona más consciente, ante todo hemos de escucharnos a nosotros mismos y ser muy cuidadosos al escuchar e “interpretar” al mundo exterior. Esta práctica no es nada complicada, y a menudo puede resultar divertida y sencilla, llegando a reírnos de nosotros mismos. Para muchos el vínculo entre los mundos externo e interno aún les resulta incomprensible. Necesitamos comprender cuánto pensar “erróneo” o  “condicionamiento social” perpetuamos diciendo que esos son nuestros pensamientos, gustos, puntos de vista, creencias, etc. La mayor parte de todo ese “bagaje” se forma por imitación y repetición de patrones culturales de condicionamiento. Con escasas excepciones, a todo el mundo se lo educa dentro de parámetros bien definidos, que luego vamos reforzando al aceptarlos, repetirlos, y defenderlos como si fueran nuestros. La gente busca y promueve esas actividades y experiencias que sirvan para reforzar y validar sus propias creencias. Rara vez buscamos experiencias que desafíen nuestras percepciones, para de ese modo, flexibilizar nuestro pensar.

El consenso colectivo sobre la realidad, es un hechizo cautivador. Para despertar y desarrollar nuestras facultades de percepción y consciencia, necesitamos ante todo reconocer nuestras maneras de pensar y de reaccionar. En general actuamos de acuerdo a lo que pensamos y deseamos, pero sin asumir responsabilidad sobre eso, “sin responsabilizarnos de nuestra presencia en el mundo”. Eso requeriría dar vida a un sistema de percepción totalmente nuevo, mucho más positivo, y útil. Tenemos las capacidades energéticas y creativas para ello, necesitamos  manejar nuestra propia energía.

¿Cómo manejar la propia energía? Considerándola por su valor cuantitativo. La gastamos inútilmente en emociones, pensamientos y acciones innecesarias y hasta desagradables, (nerviosismo, imaginación negativa, autocompasión, atención extraviada, deseos caprichosos, etc.) Todo eso mina nuestras energías.

¿Qué podemos hacer? Establecer “pequeños objetivos realizables” en nuestra vida diaria, y alcanzarlos, nos generaría una energía más permanente. Esas metas deberían establecerse no desde el deseo, sino desde la necesidad. Saber lo que uno necesita es una forma más elevada de pensar que ser influido por los deseos. Otra manera de manejar la propia energía sería “guardar, almacenar, retener esa energía personal” y usarla para la auto-evolución, para fortalecer otras facultades mediante la “atención enfocada”. Muchas veces regalamos demasiado fácilmente la energía o la perdemos por constante ansiedad y estrés.

¿Cuál es la función cósmica de los seres humanos? Los humanos somos “agentes de trasmisión de energías”: para nosotros mismos, para quienes nos rodean y para el medio ambiente. Individual y colectivamente funcionamos como “transductores de energías”. El cuerpo humano es como una “batería biológica” que acumula, desarrolla y distribuye energías. Para eso es necesario estar en relación armónica con la gente, las situaciones, las emociones, y la propia postura física.

¿Por qué sentimos malas vibraciones con personas o lugares? Necesitamos empezar a confiar en estos avisos “instintivos” o “intuitivos”. En presencia de ciertas personas, (que tienen energías con fuerte poder atractivo) podemos sentir, por ejemplo, que nos absorben o chupan nuestra energía. Quedamos fatigados. Es total responsabilidad nuestra encontrar y nutrir los “alineamientos energéticos correctos”.

La calidad de “vibraciones/campo energético o nivel de consciencia” de una persona está relacionada con su manera de percibir y su situación mental-emocional. Los “estados negativos” se acompañan de vibraciones discordantes, que enferman a la persona, y resuenan en el ambiente. Como ocurre con la música también ocurre con nuestras energías: Esta energía, está o no está, en resonancia con la otra.

Somos responsables tanto de atraer lo positivo como lo negativo a nuestras vidas. Todas las tradiciones perennes de sabiduría han hablado de la “Ley Universal de Atracción”: “Lo Igual atrae a lo Igual”. Cada pensamiento que tenemos, cada acto realizado, tiene sus resultados directos e indirectos a través de la resonancia y transferencia energética. Nuestro estado mental-emocional interno es por lo tanto, la “válvula” para la atracción y paso de las energías externas. Ser conscientes de nuestro pensar y estado emocional es primordial para aprender el manejo disciplinado de la energía personal.

¿Qué se puede hacer al sentir que lo externo nos estresa o confunde? ¡Para!, evalúa la situación, y genera una intención deliberada. Esa intención es una fuerza energética que estimula y protege a personas o situaciones. Cuando no puedas ayudar, puedes alejarte del lugar y buscar una actividad que sientas armónica contigo: escuchar una música relajante, un paseo por la naturaleza, o recurrir a tu “hobby” preferido, una actividad que involucre tus manos, tu mente, y tu corazón, pues te ayudará a entrar en “Presencia total”, sintiendo como solo eso re-conecta las energías y te revitaliza. Esta es una práctica necesaria cuando se trata del manejo de las propias energías, en lugar de derrocharla inconscientemente.-