En la primera parte ya vimos que solemos ser participantes para enfermarnos y que también podemos hacerlo para curarnos. Para ello necesito analizar, bien conscientemente, cómo me enfermé  y con qué recursos cuento para sanar. Los síntomas que avisan que algo anda mal son: períodos de mucha tensión y angustia o de trabajo excesivo, cansancio, falta de apetito y de vigor. Al no reconocer nuestras limitaciones participamos en enfermarnos; también con la enfermedad nos permitimos comportamientos que estando sanos nos serían inadmisibles como por ejemplo: el deseo que nos cuiden, mimen y den amor, y también el reducir  nuestras responsabilidades. No olvidemos que todo eso podemos generarlo estando sanos, con los ejercicios para los hábitos mentales. Por otro lado el cuerpo tiene sus exigencias en cuanto a nuestro cuidado respecto a una alimentación consciente, donde conozco porqué y para qué como. Además necesitamos el contacto con la naturaleza y a la expresión de las emociones.

Ahora conozcamos cómo funciona la mente: Con estar bien relajados entramos en vibración “alfa”. También puede ocurrir lo mismo al conectarnos con una real alegría o gran tristeza, al cantar, y bailar. Acá se equilibran ambos hemisferios, todo el ser se integra y eso nos da acceso al  subconsciente, como para poder generar nuevas actitudes que transformen nuestra vida. Allí nos conviene trabajar con visualizaciones positivas de lo que quisiéramos lograr. “Lo que yo deseo lograr es el cambio de los malos hábitos”, tanto de posturas físicas como mentales y emocionales. Para ello realizo ejercicios que intento recordar en todo momento, porque sé que mi vida será positiva o negativa según sean mis creencias predominantes, lo que haya en mi cabeza y en mi corazón. La gran ayuda para entrar al estado alfa, son los ejercicios respiratorios, como es la respiración “ujay”, la meditación, y todo lo que nos genere la quietud de la mente, o sea  el silencio mental.

Para el mal hábito postural y deformación de la cuarta y quinta lumbares, dorsales medias y cervicales, aparte de la media hora que le dedico, a la mañana y a la tarde, lo más importante es lo que hago de revisar durante cada ejercicio si hay alguna tensión innecesaria, y si la puedo relajar, la suelto totalmente. Para el mal hábito mental necesito estar muy atenta a lo que aparece en mi cabeza todo el tiempo, especialmente mientras estoy haciendo alguna tarea. Si no corresponde a lo que hago, me digo: “No es momento para esto”. Para el mal hábito emocional, como por ejemplo: La “suposición constante”: de que otra persona me critica, que no le gusto, y me desaprueba, que lo que hago no tiene sentido, que me culpa, o lo mismo pero en el sentido positivo, que todos me admiran, me halagan, quisieran poder hacer lo mismo, etc. Cuando lo descubro, trato de eliminarlo de mis sentimientos. También en el “sentimiento de amor” hacia mis hijos y verdaderos amigos intento que sea puro amor,  con el gusto de compartir vivencias, pero que  no encubra un deseo de compañía o alguna otra cosa.