¿Y qué sería hablarlo lo mejor posible? De la manera que el otro me comprenda, que no se ofenda, que con esa conversación se mejore esa relación y no que empeore. Hoy precisamente tuve que decidir si callar y dejar pasar, cosa que hago habitualmente, y por lo que viví en esos momentos de estar dudando es que ahora estoy escribiendo esta nota.

Dudaba si callar como tantas otras veces por comodidad por no salirme de mi círculo de confort… o hacer lo que sentía que era lo correcto, el respetarme a mí misma. Se trataba de mi ayudante acá en mi casita de campo, con la que pretendo pasar todo el verano y de la que me doy cuenta que dependo para muchas cosas. Esta joven de veinticinco años tiene muchas cualidades: es muy voluntariosa, sonriente, rápida, en resumen es muy eficiente.

Lo que pasó es que el domingo a última hora me avisa con un mensaje que el lunes tiene que hacer y no podrá venir. Yo no tengo acá siempre internet, porque es muy inestable, y ese lunes, o sea ayer mismo, me avisa que no vendrá. Ese mensaje lo vi recién a las once horas, siendo que la esperaba a las nueve, porque ese es su horario de la mañana para todos los días.

Lo que yo viví en esas dos horas de espera, de preocupación e intranquilidad es lo que me tiene aquí de nuevo con ustedes, siendo que ya estuvimos juntos hoy por la mañana,  queridos amigos que entran en www.alimentandoelalma.com y gustan de leerme.

Ya había pasado antes que muchas veces el día anterior me avisaba verbalmente que al día siguiente tenía algo que hacer y no podría venir. Su manera de avisar, de pedir permiso, dando por sentado ya ese permiso, me creaba alguna molestia pero no lo hablaba porque en realidad no quería que se ofendiera porque yo dependía de ella hasta físicamente, para muchas cosas que directamente no podía hacer, por ejemplo abrir frascos y mucho más.

Y hoy justamente me vi dudando pude observarme en esas dos horas de espera, de preocupación e intranquilidad que yo no quería que se ofendiera. Pude observarme a mi misma en profundidad y comprendí que no hablaba porque tenía miedo de que se ofendiera y yo dependía de ella para muchas cosas. Entonces recordé que quien tiene miedo y se ofende y critica es “el ego” y que yo había caído en sus manos y que eso no me lo permitiría.

Que esta vez yo hablaría de la mejor manera posible, pero que no callaría como lo hacía habitualmente, y así esta entrada es continuación de la de hoy a la mañana. Y hablé trabajándome interiormente. Elegía las palabras para elogiarle lo que en ella es elogiable, y para pedirle que piense en mí en las cosas que yo necesitaba y que muchas veces yo le pedía y ella olvidaba. Que le proponía que cada una usara el anotar lo que era importante no olvidar, etc. etc.  Reímos varias veces el clima emocional entre ambas era armónico y yo quedé conforme con mi decisión de esta vez no callar.