Para entender que ahora experimento un agradable calor, necesito haber sentido frío en algún momento, como cuando se dañó mi caldera. Nuestra mente necesita de los contrastes, de los extremos, de la dualidad, para poder comprender la realidad. Y ¿qué es la realidad? Es el darme cuenta de la vivencia en transcurso: ver, moverme, hacer. Sería gustar este “ahora”; estar despierta a lo que ocurre y vivo en este preciso momento, si estoy dormida, o distraída con otros pensamientos, me pierdo esta realidad, y deja de existir para mí.

Veamos otra polaridad: Estar abiertos o cerrados a nuestro futuro. En general le tenemos miedo a lo que puede traernos el futuro. Estando con un grupo de amigos, alguien puso la pregunta: ¿Qué está involucrado en el “arriesgarse”?; y casi todos lo relacionamos con el peligro, con el no atreverse, con el miedo a resultar herido, etc.; es decir con el lado peligroso del asunto. Nadie se conectó con la posible ganancia de animarse y correr el riesgo, no estábamos viendo las dos caras de la moneda, antes de dar una respuesta.

Tengo un gran sueño, corregir mi postura vertebral, que está ya anquilosada, por momentos, me parece que es algo imposible. Pero sé que haré lo que pueda, confío en mi tesón, pero más aún confío en la benevolencia Universal, ya que el propósito de irme de este mundo, más crecida y más erguida, proviene de un interés genuino de cumplir con la “Misión” que traje al bajar a la Tierra: crecer como persona, aprendiendo a “construirme” para poder enseñar eso mismo a otros, de manera que no se auto-destruyan, que es la otra posibilidad. 

¿Y si lo consigo, cómo cambiaría mi vida?, en eso es en lo que debo enfocarme, y no en cómo iré a hacerlo. Veo que sí, que mi vida cambiaría de muchas maneras. Por ejemplo se rompería ese círculo vicioso formado entre mi postura caída hacia adelante y mis malas digestiones con intestinos inflamados y continuos gases muy molestos. Cambiaría el sentimiento de mi misma, y al sentirme yo feliz y entusiasmada con quien yo soy y con lo que puedo hacer, contagiaría esa alegría a todos los que me rodeen, a quienes entren en contacto conmigo.

Lo que suele pasarme, y no solo a mí sino a muchos de los que conozco, es el depender de la mirada externa. A veces me noto ansiosa esperando el juicio de la persona con la que estoy conversando. Todos valemos siempre, eso ha de estar bien arraigado en nuestro sentir, aún cuando uno se haya equivocado. Cuando uno busca algo y espera encontrarlo, se mueve de una manera segura y tiene la paciencia para respetar el ritmo natural de las cosas. Y dado que mi deseo es el de crecer como persona, he de tener bien presente, que todo crecimiento está fuera de nuestro círculo confortable, y fuera de lo ya conocido y rutinario.