Seguramente me preguntarías: ¿pero es que acaso no lo sabes?, porque todos amamos mínimamente, a las personas de nuestra familia. Y yo te contesto: sí, eso es lo que yo sentía, pero a medida que pasan los años empecé a preguntarme: ¿qué es amar? Cuando me enojo o critico a alguno de ellos, me pregunto: ¿esto así, puede ser amar? Y ahora lo que pretendo es contestarme tantas preguntas, y si el verdadero amor, como me dicen, es “comprensión”, entonces quisiera aprender a comprenderme, ante todo a mí misma, para luego poder comprender a los otros.

Y, ¿se podrá llegar a amar a todos los seres humanos sean como sean ellos?, porque ellos son nuestros hermanos… Bueno, pareciera que hoy no puedo dejar de hacerme más y más preguntas… y hasta tanto no me las vaya contestando, mi mente no se quedará tranquila…, enseguida quiere respuestas. Sé que siempre estoy interesada en ayudar a cada integrante de mi familia sea lo que sea que esté necesitando. Quizá debería vernos como un “equipo” todos interesados en que reine la armonía y la comprensión entre nosotros. Todos altruistas.

Como líder de este equipo, debería crear una atmósfera de confianza, de alegría y de cooperación, pues sé que ese espíritu es más importante que el resultado que estemos buscando. Siempre insisto en hablarles de la importancia de meditar, de procurar calmar la ansiedad de nuestra mente, como única manera de conseguir esa armonía que a todos nos interesa, pero algunos no me entienden, y hasta me han dicho que ya los tengo hartos con eso. Allí es cuando, por fin, comprendo que eso es algo que aún tengo que aprender: el “cómo” y el “cuándo”.

Importante es que deje que mi “Intuición” me guie, y para ello, necesito estar centrada, muy atenta, y en silencio. Ayer, muy temprano, anduve de compras y cuando ya salía del negocio  justo entraba una señora joven, que al verme se detuvo y preguntó: ¿eres Diana?, al mirarla asombrada, continuó: – “Querida Dianita, qué alegría verte, y qué bien que estás, ¿todavía estás manejando?, (yo ya sonreía), y le contesté: – “No, ya me traen, y me esperan mientras compro”; –  El diálogo continuó así: “Hace casi cuatro años que no nos vemos”, dijo ella.  – “Yo no te recuerdo, mi memoria es lo que más me falla”,  y entonces nos despedimos con un abrazo…

Ese encuentro, y esa linda y sonriente señora me contagió su alegría. Desde allí mi ayudante, me llevó al local donde una japonesa por segunda vez me haría acupuntura. Pero al recordar la terrible escalera, (por su mal diseño), que tendría que subir, mi alegría se esfumó. Llegué, pero agotada y malhumorada, prometiéndome que allí no volvería más. La doctora, me comprendió, hizo que me relaje, consiguió que mi energía aumente, y me dijo que ella teme por todos sus pacientes, pues un tropiezo desde esa altura, puede hasta matar a alguien. Me dio el contacto de una colega muy eficiente y amorosa, asegurándome: “ya verás que bien se llevarán Uds. dos”.

Ya en mi casa, cuando anotaba el contacto, me asombré pues ya estaba en mi celular. Habíamos tenido un contacto en noviembre y en diciembre del 2020, o sea, hacía casi cuatro años. Allí ella me preguntaba, si se me había calmado el dolor pues una sola sesión, a veces no es suficiente… Pero todo este cuento viene pues mi Intuición me dice que la señora con quien me cruzara en el negocio, es esta misma doctora, con quien la Vida, nuevamente me conecta. Esto para mí es “sincrónico”, ocurre pues en ese caldo energético que entre todos generamos, algunos vibramos una misma onda.