Acaba de terminar nuestro retiro de dos días en la Casa de Todos. Fuimos cinco amigos, los organizadores, y ocho el total de los participantes, y todos, todos, no encontramos las palabras, para agradecer todo lo que allí nos ocurrió. Quedamos sumamente conmovidos, con el corazón expandido. Siento que necesito escribir una síntesis de cada una de las actividades realizadas, para ir digiriendo mis vivencias y a la vez poder compartirlas.

Empezamos con una breve introducción, y pegando grandes carteles de los horarios de comidas y actividades, y quienes eran los encargados de cada cosa. El clima suavemente cálido, nos permitió hacer “Chicún” afuera, y descalzos sobre el pasto. Lo que se pretende con esto, es activar la energía que recibimos, tanto de la tierra como del cielo, y fricciones de manos, (palma contra palma), como para que toda nuestra energía y la inmunología se movilicen a tal punto que la mente se aquiete.

Seguimos con “Constelaciones familiares”, no sé de donde me apareció el coraje para decir, antes que otro, que yo quería trabajar un caso específico con uno de mis hijos. Elegí quienes representarían, a los que intervenimos en esa problemática. Comprendí que lo que allí sucedió fue gracias a ese campo energético, esa Conciencia Universal, que en esencia vamos generando entre todos, y que está en continua fluctuación. Quedé tranquila, no había culpables, lo que nos pasa es necesario para nuestro crecimiento. Nacemos y morimos muchas veces…

También hubo yoga, donde cada uno debía estar muy atento a no forzarse… todos somos diferentes, con edades y preparación muy diferentes. Yo allí sería la madre de algunos y la abuela de otros… Fui profesora de yoga en un tiempo, y me gustó hacer sentada mis movimientos articulares, (que forman parte de mi rutina mañanera, antes de meditar), pues eso me ayuda a tener instantes de real silencio. También disfruté al observar la diferencia entre las posibilidades de los cuerpos de los participantes.

Después le llegó el momento a la “Terapia de bosque”, la actividad que yo coordinaba… Se trataba de una hora y media de un paseo intencionado entre los árboles del bosque, con los cinco sentidos percibiendo: aromas, texturas, durezas, la majestuosidad y presencia de los grandes árboles, y el agradecimiento; que en mi caso surge al sentir que me trasmiten su fuerza. Al estar haciendo este ejercicio, decidí entrar en la espesura del bosque. Allí me era difícil encontrar donde asentar cada pié.

Pero allí era muy fácil perderse; así que se lo advertí a los participantes. Estuve muy atenta  por donde entraba, para encontrar la salida al camino, por ese mismo lugar. Me fue imposible. Salí al amplio camino, pero mucho más abajo de lo que había entrado. En determinado momento sentí que una amplia sonrisa iluminaba mi cara, me sentía jugando a las escondidas… Además mi cuerpo se estaba limpiando de las toxinas electro-magnéticas y activando el sistema inmune ¿Cómo no sonreír?