Como me siento después de la sesión con Belén: Quedé contenta por todo el trabajo realizado, y admirada del gran conocimiento y creatividad de Belén. Varias veces esa misma tarde, en las cosas que realizaba me repetía mentalmente: “Acá, despacio, en total relax y la panza hacia adentro”. Pero con el primer nuevo pensamiento que apareciera, mi intento se desvanecía. Esa noche dormí bien, normal, sin ninguna molestia que pudiera estar causada por la sesión.

Hoy, que ya es el día siguiente, me desperté como siempre y con notorios deseos de hacer esto y esto, y esto otro también. Comencé con mi rutina de media hora de ejercicios para activar todas mis articulaciones y calentar la columna vertebral, recordando todas las indicaciones de Belén, y después seguí con la otra media hora de meditación según la técnica del Arte de Vivir. Todo esto también puedo decir que es lo rutinario de cada mañana, pero a diferencia de otros días me sentí más presente, como más motivada.

Luego de desayunar mi avena con manzanas y otras frutas, decidí preparar mi almuerzo, para tenerlo listo en el horario en que el hambre nuevamente me urgiría. Y cosa rara, no me senté a escribir, sino que me abrigué un poco para salir y subir hasta la quinta, con mis dos bastones, el celular para que salieran mis mensajes, y la ración de agua para la mañana. Esto ya no era habitual, sólo lo hacía en raras ocasiones, cuando me sentía con suficientes energías para hacer esa subida, con descansos, que en total me demandaba media hora.

Y ya en la quinta, coseché cuatro grandes alcauciles, hice un segundo desayuno de frambuesas comidas directamente de las plantas, me dejé tentar por el brillo de unas grandes hojas de remolachas y de acelgas, junté también hojas de diente de león para mi ensalada, justo me cruzo con el encargado que iba a buscar agua a la vertiente para la gente, que estaba de retiro en la Casa de Todos, y le di mi TE, para que lo deje donde él sabe que saldrán mis mensajes. Todo se daba como si lo hubiéramos sincronizado, me sentía feliz y muy agradecida a la vida.

Hice mi descenso fácilmente, deseando lavar y adelantar cocinando un poco, esas tentadoras hojas que recogiera, pero antes de ir a la cocina, me acosté y subí mis piernas para que descansaran. Así llegó la hora del almuerzo, comí con buen apetito, dejé ordenada la cocina, que para mí es condición necesaria para ganarme la merecida siesta de aproximadamente veinte minutos o media hora, conseguí acostarme a las catorce horas y me desperté asombrada al ver que eran las dieciséis horas, hasta tuve que mirar dos veces mi reloj pues dudé de haber visto bien. !Qué bien hace a todas las personas un relax profundo, una presencia mantenida lo más posible!