Hay tantas cosas que aún no domino, que no sé por dónde empezar. Empezaré con una vivencia: hace poco tuve un  día «Terrible», un día que me alteró mucho emocionalmente. Se agudizó una sensación de impotencia, ya conocida para mí, y mientras más nerviosa me ponía, peor me salía  todo. Algo se me volcaba y ensuciaba, o se rompía, o arruinaba lo que estaba haciendo, etc. Pero en lo profundo sabía que todo ocurría así para que yo aprendiera algo, y poniendo el foco en qué es lo que cada circunstancia me traía para aprender, al final  me entró la confianza de que todo se arreglaría.

Lo más difícil sería pasar la noche sin calefacción puesto que no conseguía hacer andar la caldera que marcaba error continuamente. Recién cuando me di por vencida, y prendí la estufa a leña, comprendí que «yo todo no puedo», pero que aún puedo hacer muchas cosas y que cuando es necesario, «no tengo que negarme a hacerlas por comodidad o porque preferiría hacer cosas que me den más disfrute».  Estos fueron dos grandes aprendizajes, y al final la caldera prendió bien y andaba bien desde entonces. Allí fue grande mi alegría.

Previendo que todo esto podría volver a pasar  decidí  tomar las riendas con mis dos manos: llamé a mi empleado y le pedí  que me traiga de la chacra de Bolsón, además de frutas y verduras, leña y astillas para prender el fuego, y otras cosas que también necesitaba para la casa. Y no dejé de agradecer el tener así a mi disposición una persona tan gentil y tan sonriente para atender todos mis pedidos.

Anoche la caldera se negó totalmente a prender, llamé a quien la instaló y me dijeron que está enfermo con licencia médica, que no está trabajando. Estoy escribiendo ahora en un fin de semana en que todos los negocios están cerrados y no tengo a quien llamar para que la vea. Obligada entonces a que mi calefacción sea a leña, cosa que no hubiera elegido nunca hacer.

Pero en esto puedo aprender otra gran lección si lo sé mirar: y es que esto también es sincrónico, porque las sincronías ocurren como respuesta de lo “Alto”, a nuestra energía emocional y yo vibraba negación, no aceptación de lo que estaba ocurriendo. Conozco que si escucho a mi cuerpo, puedo saber lo que estoy vibrando, pues es el “Alma” la que me guía a través de mis sensaciones. Para poder entender su idioma tengo que estar presente, en el aquí-ahora, y no en el pasado o en el futuro.

Tanto tiempo en la cocina, mi zona de creatividad, con una postura que se va cayendo hacia adelante, me empieza a resultar incómoda, el cuerpo se queja, pero esa queja, ese dolor, es para mí, el aviso de que me he salido del momento presente, (estoy cortando mecánicamente las cebollas, pero pensando en la caldera que no funciona). Cuando escucho la voz del cuerpo que me dice: ¡La postura!, allí enderezo el cuerpo, entro el abdomen, cuido mi vertical… vuelvo al presente, algo que dura apenas unos instantes.

Es un constante llegar y salirme del momento presente. Espero que esto sea solo “por ahora” pues ahora lo prioritario, para mí, es mantener una postura correcta el mayor tiempo posible. Mientras cocino o camino, o estoy sentada escribiendo o comiendo, o converso compartiendo con mis seres queridos… Así estando en mis tareas, me digo: “Es todo el tiempo”, “Y también ahora”. A veces lo canto o solo lo pienso, dependiendo dónde y con quién esté.