Estoy en Las Grutas desde hace cinco días, pero por cuestiones climáticas y de orden, hoy es el primer día, que equipada con lo necesario, parto rumbo a “las Coloradas”. Quise salir a las 8,00 hs, pero conseguí hacerlo recién a las 8,30 hs. La marea estaba bien baja y había arena firme para andar. Eso me gustó.

Estaba deseando observar cómo se comportaba mi cuerpo este año, y a la vez un poco preocupada pues el día anterior, en la “Primer Expo Saludable de Las Grutas”, (que sentí como un gran regalo preparado para mí), había perdido mis anteojos de lectura. Tenía bien presente que los llevaba en la mano, sin su estuche, pensando que podría necesitarlos, pero al querer usarlos para llenar una encuesta, ya no los tenía… Y allí dudé, ¿o los habré dejado en casa?, pero en la casa por más que busqué, no estaban… ¿Los puedo haber perdido en el trayecto de cuatro cuadras para llegar? Me parecía muy difícil… Ya hoy revisé el camino recorrido pero nada encontré, entonces decidí, caminar durante el fresco, e ir a la expo ya volviendo, a preguntar si alguien encontró mis anteojos…

Pero “el fresco” aún no llegó, ya hacía mucho calor, me calcé bien la gorra y partí llena de entusiasmo. Varias veces me sentí un poco mareada, eso me hizo  detener, respirar más profundo, esperar que mi organismo se estabilice, (lo que ocurría enseguida), y allí continuaba la marcha, a mi ritmo, sin apurar el paso, sin siquiera mirar el reloj para saber mis tiempos, esa era mi propuesta de trabajo interno, y la pregunta que se mantenía latente era: ¿Qué es esto que me está pasando?, ¿Será que me baja, o será que me sube la presión?

Deseaba disfrutar del sol, la arena y el mar, los grandes espacios, jugar con el viento que quería quitarme la gorra… y conocer mis posibilidades físicas. Necesitaría de una atención ampliada, atender el afuera y el adentro a la vez, no me dejaría tentar ni por juntar piedras de colores, ni por mirar el reloj, iría hasta donde pudiera, al ritmo que pudiera… Observé que “la pequeña mente”, saltaba de un tema a otro, eran en general temas de posibles conversaciones que podría tener con este y con aquel otro… Pero si estoy queriendo desarrollar mi atención, y vivir el aquí-ahora, tanto interno como externo, necesito que esa mente parlanchina se ponga a mi servicio…

Le pedí que me avise cada vez que físicamente perdiera el eje, que con que me recuerde: “Pelvis adelante, hombros atrás” ya me estaría ayudando. Eso la aquietó, y muchas veces, mentalmente, me decía su frase, y el cuerpo solito se re-acomodaba… Y el testigo en mí, con asombro, observaba… Luego agregó, “mirada al infinito” y allí la cabeza también se re-acomodaba… Eso llegó a ser casi un mantra… Al alcanzar los dos tercios del recorrido que pretendía realizar, decidí sentarme, descansar, tomar agua, y emprender el regreso, de la misma manera que hasta allí había llevado…

A la preocupación de los anteojos perdidos se había agregado la pregunta: ¿Qué es lo que me está pasando? Al llegar a la Expo, (que estaba recién en sus  comienzos), el frescor del salón, el piso alfombrado, toda esa gente haciendo servicio, ocupada en trasmitir lo que eran sus valores, que coincidían con los míos, todo eso me levantó el ánimo, deseé sentarme y descansar, pero al ver a la Dra. Directora del Hospital de Las Grutas y organizadora del evento, le hablé de mis anteojos. No sabía nada, nadie le comentó de ningunos anteojos… Me invitó a escuchar la charla sobre la diabetes y le expliqué que no era el tema que más me interesaba.  Decidí en cambio tomarme la presión… A partir de allí el Universo me fue contestando una a una, todas mis cuestiones…

El joven que tomaba la presión, podía ser un médico o un enfermero, no sé. Le conté sobre mi caminata y mis dudas… El gorro de sol que dejé en mi falda, se deslizó y sin el menor aviso quedó en el piso alfombrado, y allí me dije:- “Eso debe haber pasado con mis anteojos, recordaré de levantarlo cuando termine con la toma de presión”

El aparato marcó 150/80; el Dr. me indicó que descanse un rato y que la mediríamos nuevamente. Entonces me fui a escuchar la charla sobre diabetes y retinopatías. La daba la oftalmóloga del Hospital de San Antonio, y fue realmente un placer escucharla, hablando sobre la prevención, la responsabilidad del paciente en el cambio de vida necesario, y en la colaboración con el médico en la elección del tratamiento… El ingenio universal, me regaló esa charla y me sentí muy agradecida. El Dr. de la presión me acercó el gorro diciéndome, ¿esto es suyo…?  Yo estaba totalmente olvidada del gorro, escuchando la charla.

La nueva marcación fue 120/80. El Dr. me explico, que todo estaba bien, normal. Que ante el esfuerzo, el corazón avisa, “ya no estoy irrigando bien, no hay suficiente oxígeno para las células, por más que aumento mi trabajo, (presión) y por eso aparecen los mareos”. – No se exija, vaya a su ritmo, hasta donde pueda. También el mucho calor exige más trabajo al corazón.

Allí le conté de la pérdida de los anteojos del día anterior, y me dijo: – “Yo sé de sus anteojos, espere un ratito…” y volvió con ellos. – ¿Estos son sus anteojos? No me lo podía creer, ¡Gracias!, ¡Gracias, ¡Gracias!

Más allá, en otra mesa, la nutricionista está hablando, mientras convidaban batidos frutales… La conocí ayer y no me quedaron dudas de que toda la medicina alopática está haciendo un lento giro hacia lo más natural, fresco y menos procesado posible en la alimentación y los medicamentos. “Por favor, lean las etiquetas, y descarten todo lo que tenga químicos, conservantes, etc. Vayan a lo más natural posible, cocinen Uds. mismos, algo simple, coman crudo, aprendan sobre hidratos, proteínas, azúcares y la sal, (está en todo, no necesitamos agregarla, el paladar se acostumbrará)” ¡Los batidos estaban espectaculares! ¡Gracias, gracias, gracias!