¿Quién elige cuando elijo?

Creo que cuando empezó el encuentro, ya mi alma había elegido el tema central de mi trabajo personal. El día anterior al encontrarlo a mi ayudante, ordenando el taller con un gran enredo de cable eléctrico entre  sus manos, le pregunté ¿Qué es ese lío? Me contesta: Esto lo pusimos hace mucho para que no se metan los  perros del vecino… Pero ahora así no sirve para nada”.  – No lo tires, le dije, mañana a alguien, le puede servir des-enredarlo para centrar su atención, sus manos y su mente. Y ese alguien resulté ser yo misma…

Con el lío entre mis manos, pude darme cuenta de varias cosas: La primera que parecía pretender un imposible. La segunda fue que había demasiados nudos que impedían que el hilo corriera y que a esos nudos, al no poder desatarlos, la única solución era cortarlos y desecharlos. Por último, con gran alegría, me di cuenta que una vez liberado cada trozo, se tornaba en individuo independiente, con tamaño, posibilidades y utilidades diferentes.  Podía encontrarse y valorarse a sí mismo, y desechar todo interés de enjuiciar o siquiera encontrar quién fue el que produjo tal enredo dado que otras fuerzas, de otros niveles, también intervinieron.

Y entonces mis manos comenzaron a tejer esos hilos sobre una estructura de tres palos entrelazados, y busqué alguna otra fibra natural en el bosque, que también colaboró a darle color y me sentí totalmente enfocada, presente, feliz, y dejé que mis manos crearan un “mandala”, (la imagen que completa estas palabras).  Allí comprendí que varios individuos, al sentirse libres e independientes pueden organizarse para formar algo sólido, armónico y hermoso.

 También comprendí que algo similar suele pasar en el campo de las relaciones familiares, laborales, o grupales de diferentes tipos. A veces un simple comentario, un mal-entendido, un choque de egos, terminan ocasionando tal enredo que nos parece un imposible solucionarlo. Y entonces me pregunto: ¿A quién le corresponde solucionarlo? En realidad cada involucrado va viviendo a su manera, sus errores, incertidumbres, tristezas, impotencia  o aprendizajes… Para volver al equilibrio y la armonía deberán confiar en esa energía universal de sanación que se va abriendo paso a paso en la medida de lo posible.

Un individuo no puede salvar, ni sanar a otro por más cariño y amor que le tenga. Tampoco puede ahuyentar sus miedos ni deseos de venganza. Su camino podría no ser el camino del otro. Quizás por algo dicho, o no dicho, algo hecho, o no hecho, se detonó un dolor ya existente en el otro. Esa energía de sorpresa, frustración y dolor generado en ese grupo humano, se va contagiando de unos a otros. Todos sufren, llegan a angustiarse por no saber cómo arreglar semejante enredo, pero ninguno puede cambiar lo que ya pasó, ni salvar al más indefenso.

La felicidad que viene del afuera, de tener más cosas, más dinero, más prestigio es una falsa felicidad, pues “la verdadera felicidad”, tiene que ver con uno mismo, con su grado de “presencia”, su “conexión”, su “expansión de conciencia”, con que nos mantengamos “centrados y alineados”. Muchas veces el habernos creado expectativas sobre algo ya nos lleva a un dolor semejante.

La felicidad es algo inmenso, siempre presente, que se irradia desde ese espacio interno infinito, donde todas las cambiantes emociones humanas que conocemos están en movimiento continuo, para ser acogidas sin juicio ni culpa así como acogemos al sol, la lluvia e incluso las fuertes tormentas. No queramos sanar o perfeccionar a  otro,  o que otro actúe sobre uno, pues todos somos partes de la Totalidad que es perfecta y ninguna parte puede ser menos que la Totalidad. Te ayudará el visualizar esto como hilos vibratorios, todos de una misma energía divina.

Estamos vivos, respirando, cada uno recorriendo ese camino que eligió, decidiendo sobre cada paso a dar, inseparables de las fuerzas naturales que nos crearon. Entonces alejémonos del culpar, del enjuiciar, y agradezcamos cada nuevo día a vivir, cada nueva página en blanco que se nos da, para allí manifestar nuestra infinita creatividad.