Hoy quiero “digerir” o “comprender” esta tan diferente partida y recorrida del camino hasta la chacra. Mi pregunta, acá, es ¿quién comanda todo esto? o ¿Qué jugador tiene la pelota?

Si bien anoche mi propuesta era salir temprano para así tener todo el tiempo del mundo para llegar, para disfrutar de viajar sin ningún apuro, hoy una vez bien despierta aparecieron varias cosas que necesitaba dejar hechas…  Preparar y tomar mi desayuno. Hablar con mi nuera antes de que saliera para sus actividades, sino recién podríamos vernos dentro de tres días. Mantener mi práctica matutina de yoga y meditación. Terminar cierto trabajo con la computadora pues en Bolsón no tengo internet. Dejar la casa en condiciones preparando todo lo que tengo que transportar de acá para allá.

Me pregunto: ¿Quién gestiona tantos deseos? Pareciera que la organizadora de todos estos quehaceres, en mí, es la mente concreta, lógica y práctica. Nadie se lo discute, no hay diálogos, ni enojos, ni frustraciones… Aparece una organización más precisa aún atendiendo las necesidades orgánicas primero, el baño, el jugo de naranja, el yoga, con  algunos ejercicios menos que podrían dañar la cicatrización de la muñeca.

Preparo el desayuno, lo que tengo que llevar para mi nuera, abrigarme antes de salir… Son las 8,30 hs.; me cruzo a su casa con mi desayuno en una mano y lo que tenía que entregarle en la otra… Siento la alegría que el encuentro nos produce a las dos. Ella tiene tanto para contarme, y yo no me quedo atrás… No pruebo mi desayuno, supuse que podría hacerlo… No sé cuánto tiempo estuvimos compartiendo nuestros sentires, pero nos despedimos con mucha alegría. Con el desayuno aún en la mano, salgo, y un día luminoso, con un sol cálido me invita a sentarme en uno de los escalones que baja hacia el lago… ¡Está tan hermosa la mañana! que me siento una reina, tomando mi desayuno, sentada en el suelo, en tan maravilloso lugar. Pronto lo termino dispuesta a seguir con todo lo demás.

Hasta creo haber escuchado las palabras y el tono de la mente concreta al decirme: – “Ahora la computadora porque no puedes saber el tiempo que eso te llevará”. Entonces interviene la mente abstracta: – “¡Ojo! no dejes la meditación para la tarde pues sabes que es casi imposible que a la tarde la puedas hacer…” Y hay otra voz que contesta, – “No la dejaré, ya conozco lo que me pasa cuando la pospongo”. Esa voz parece ser la mía; pero: – “¿Cuál soy yo?”… Realizo mi trabajo bien enfocada en ello, sin cuestionamientos, y sin nada que me perturbe.

“¡Ahora a meditar!”, – me digo, y me pregunto: – “¿Quién es ésta?”, pareciera ser todo el tiempo la mente concreta, que habla en primera persona a través de mí garganta… Me siento a meditar, varias veces me re-enfoco con el mantra…  estoy tranquila, disfruto de esa paz… me quedo un poco más, y en determinado momento digo: – “Ya está”, – “¿Quién habla?”, – ¿a quién se lo dice?”; creo que es de nuevo la mente concreta la que habla… es como si se lo dijera a su mamá… – “¿Quién es la mamá en mí?, ¿La conciencia?”. Si, parece que hay alguien benévolo, que observa lo que pasa entre los chicos, que comprende y sonríe, pero que no interviene, solo observa…

En ese momento se pone en actividad todo un equipo de trabajo: está el que busca, el que alcanza, que guarda, saca, pone, hay alguien que recuerda: – “no te olvides de…; …querías llevar la planta…, sacar la basura…, etc.”. No hay dudas, es todo un equipo de diferentes capacidades el que carga el coche, lo pone en marcha y salen rumbo al Bolsón. Ninguno sabe qué hora es, a nadie le interesa, yo me sonrío.

No bien salgo llego al puente, están trabajando en él, me hacen seña de que espere, me vuelvo a sonreír… – “No te queda otra que esperar…”, reconozco allí a la mente abstracta. La vida es increíble, esto sí que no me lo esperaba, ya ayer habían habilitado el puente. Seguiremos jugando, hay nueva regla: “está prohibido mirar el reloj hasta llegar a la tranquera de la chacra”.

Este viaje se hace muy entretenido, es todo un equipo, hablan entre ellos, yo trato de distinguirlos, pero todos forman parte de mí. La ruta está tranquila, voy disfrutando, puedo jugar… salvo cuando tengo que pasar a dos largos camiones, primero a uno, y luego de varias curvas al otro. Allí todos vamos callados y puedo escuchar ese silencio, esa falta de voces. Esta vez no paro para comer algo, como algunos maníes mientras manejo…y me felicito de haberlos tostado yo misma, ¡quedan tanto más sabrosos! y entonces me pregunto: – “¿Y acá quién felicita a quién?” Al llegar a la chacra, miro el reloj, son las 13,30 hs.