Intentar cambiar a los adultos, tan afirmados en su forma de actuar y pensar, es algo muy difícil de lograr, por lo que yo propondría, que los padres más enfocados espiritualmente, empiecen cambiando la educación que den a sus pequeños. En realidad, los niños están tan ávidos de aprender, que la primera encargada es la madre, mientras tiene aún a su hijo en su seno, en el período de gestación. ¿Cuáles son allí sus sentimientos? ¿Hay temores o alegría y dicha? ¿Se siente ayudada por su compañero, y otros familiares o amigos? Esos sentimientos se trasmiten al bebé.

Nuestro cuerpo es el instrumento que tenemos para poder expresar quienes vamos siendo. La sola intención de realizar un movimiento, produce un cambio en la circulación y en el tono muscular, similar al del movimiento real. En la actualidad, esto se usa en tratamientos de seres que no pueden moverse por accidentes o enfermedades, pero son capaces de intuir, imaginar, y hacer funcionar su intención. De esto deduzco que cuando se tiene una noción clara de lo que se quiere hacer, el organismo reaccionará de forma refleja, utilizando la justa energía, y de la manera necesaria.

Algunas madres y padres, muy impulsivos e invasores, (y también se aplica esto a los maestros), deberían recordar siempre, que es imprescindible respetar la personalidad de sus hijos y alumnos, que pueden ser débiles y esperar siempre que se le diga cómo se hace esto y lo otro, y así nunca desarrollarán su propia creatividad. O quizás, eso los enoja tanto que solo buscarán poder alejarse lo antes posible de esa influencia nefasta. Todos los que nos mantenemos aun en contacto con adolescentes y niños de jardines de infantes, y escuelas primarias deberíamos tener presente esto.

La sensación del otro en las relaciones humanas, es un conocimiento que llega a través del cuerpo y no de la mente. Cuando el cuerpo, las emociones y la intuición están incluidos, existe una vivencia más genuina y completa de toda la situación. Los niños pequeños, viven en ese estado de “pura sensación”, aunque no son conscientes de ello. Lo mismo ocurre con los perros, por ejemplo, que saben lo que pasa con sus dueños, (aunque se encuentren a gran distancia); saben qué les está permitido o no hacer, y se alegran cuando su amo ya ha decidido regresar.

En casi todas las culturas, y tribus, cuando la gente quiere concentrarse, meditar, rezar, etc. podemos ver muchas costumbres, pero quizás una de las más difundidas sea la de juntar ambas palmas de las manos y apoyarlas en la parte alta del pecho, cosa que permite un intercambio y equilibrio circulatorio y energético. También el arrodillarse, indica una aceptación y un sometimiento al sublime poder de la Conciencia Infinita, Dios, o como cada uno lo llame. Además se puede recibir energía de la Madre Tierra, de la Naturaleza, los árboles, personas y hasta de cosas.

La influencia de la radiación de la Tierra está siempre, pero las personas, en general, no la sienten. Acostarse sobre el suelo en la primavera, y sentir esa corriente de energía que sale de la tierra, puede ser una experiencia maravillosa, siempre que esa persona no esté débil, pues le resultaría excesiva. Yo acostumbro, cuando ya pasaron los fríos invernales, a descalzarme, temprano en la mañana, no bien me levanto y antes de desayunar, y camino unos cinco o diez minutos sobre el césped mojado por el rocío mañanero. Es una experiencia que desde ya la estoy esperando.