Tenemos algunos hábitos internos, algo similar a nuestras posturas corporales. Frente a ciertas realidades externas tomamos una especie de “actitud interna” arraigada en creencias, y convicciones. Estas “actitudes internas” pueden ser fuertes, sin vínculo visible con la postura del cuerpo, aunque es muy probable que impongan una serie de tensiones y rigideces internas con sus consecuencias a la larga, de estrés y enfermedades.  Pueden vincular apegos o aversiones instintivas y emocionales que pueden estar profundamente enraizadas. Cuando existen, las justificamos ciegamente, aunque pocas resistirían una mirada clara, sincera y consciente. Sólo allí es que  nos resultan útiles para nuestro crecimiento.

Como ejercicio puedes preguntarte: ¿Cuál es mi actitud ante los demás? Elijamos una de las menos escondidas, Cuanto más arraigadas estén, más difícil  resultará abordarlas. Estas actitudes pueden haber comenzado en la niñez, con los primeros choques y desengaños en las relaciones con los padres. Más superficiales, podemos encontrar actitudes frente a parientes, hermanos, amigos, etc., en las que pareciera no haber problemas. Las actitudes pueden ser negativas, con mucha desconfianza, crítica, y miedos, o positivas: con ingenua admiración, confianza ciega, y casi veneración. Casi siempre son una mezcla y la mayoría ocurren sin que las registremos. Creamos actitudes ante comportamientos, ocupaciones, climas, etc. Muchas de ellas  se tomaron como defensa o protección, y hasta resultan visibles  corporalmente.

Trata de ver qué actitud tienes ante el dinero. La vemos fácilmente en los demás, pero rara vez en nosotros. Es siempre poderosa y muy justificada, tanto por los tacaños como por los derrochadores, y en general cambia muy poco a lo largo de la vida. ¡Busca tus actitudes! Las que formamos ante la vida y la muerte son la base de una continua auto-compasión, preocupaciones, ensoñaciones, y enfermedades. Diferentes actitudes, se ayudan y conectan mutuamente Para trabajar sobre actitudes lo primero será reconocerlas, y al ser menos complacientes con alguna de ellas, ya se comienzan a debilitar a todas.

¿Podemos tener una actitud hacia uno mismo y observarla como lo hacemos con las actitudes de otras personas?  Necesitaré darme cuenta y enfrentarme al sinfín de ideas que tengo respecto a “mi propio bien y valor”  y al sin fin de “incertidumbres, inquietudes y miedos profundos”. Frente a casi todos los aspectos de mi vida, todo esto lo he ido construyendo ladrillo tras ladrillo, yo mismo. Así solo consigo obstaculizar mi búsqueda esencial de un nivel de relaciones diferentes, pues toda esa red mecánica y oxidada, que conecta nuestro mundo interno con el externo impide claridad para ver y estados de apertura y aceptación.

¿Y cómo se relacionan ciertas posturas físicas, con las actitudes internas? ¿Estás pudiendo permitir ese constante fluir e intercambios energéticos en tus relaciones con personas en todos los procesos, o te mantienes aferrado a tus opiniones y sentimientos fijos? A menudo dejamos que nuestro cuerpo tome por hábito, posturas indeseables o peligrosas, que nos adormecen cada vez más. También aquí, hábitos de movimiento, se vinculan con nuestra manera de pensar, de sentir y de reaccionar. Sabemos que ciertas posturas del cuerpo nos ayudan a una mayor atención, y otras nos adormecen más aún. Necesitamos comprobar esto a través de la experiencia vivida, no basta con “saberlo”. 

En mi caso descubro que el habito de cruzar las piernas constantemente, es un cerrarme al intento de estar presente, y con la espalda recta, aún ahora,  mientras escribo esto.