Creo que en esencia nosotros somos pura vibración de energía. Esa sería nuestra verdadera naturaleza. Nos cuesta sentirla pues bajamos a este mundo para manifestarnos como seres humanos, para aprender a vivir en sociedad pacíficamente, para crecer como personas, y así, con nuestras actitudes y decisiones, ayudar al crecimiento de toda nuestra familia, de todos nuestros contactos, de todas las personas que se nos acercan o cruzan simplemente en la calle. Yo observo que en mí, el ver que una persona camina rápido y bien erguida, ya me contagia su alegría y me da deseos  de imitarla.

Cada uno de nosotros habla, se mueve piensa y siente, a su manera, de acuerdo con cómo va respondiendo a las circunstancias diarias que le presenta la vida. Soy, dejo de ser, vuelvo a ser, decido otra cosa… etc. etc. Por eso es que unos y otros, somos tan diferentes. Hoy mismo, esta mañana, al despertar decidí escribir dos mensajes en mi celular, pero empecé con mi rutina mañanera y fui metiendo acá esta cosita, allá esto otro, ahora estoy escribiendo esto, y habiendo pasado ya tres horas desde que desperté, aún los mensajes no están hechos. Interrumpo esto y los haré. 

La vida humana es un proceso continuo, todos queremos ser mejores personas, y para eso los defectos que vayamos descubriéndonos, los podemos usar para dirigir la corrección. En el estado de vigilia, es muy importante que nos demos cuenta de la calidad de nuestros movimientos, para así poder mejorar o corregir lo que deseemos. Nuestro sistema nervioso se ocupa de que conozcamos como nos estamos moviendo, qué lugar ocupamos en relación a otros, o a lo que nos rodea, las sensaciones y sentimientos que eso nos produce, y a la vez, (si eso es lo que deseamos), de que seamos conscientes de todo ese proceso.

Además nuestra capacidad para movernos influye mucho sobre la propia valoración. Y esta misma frase invertida también es cierta: “La propia valoración influye en la calidad de nuestros movimientos”. Lo estoy viendo actualmente en mí. Cuando no estoy atenta a mi postura, y veo mi imagen en un espejo, me veo como una pobre anciana que ya no tiene comando sobre sí misma. En cambio, cuando tengo puesto todo mi empuje e intención en una postura erguida, honorable, me siento ser lo que ante mí misma y ante otros, estoy pretendiendo ser.