En estos dos últimos siglos, la gente compite inventando máquinas e instrumentos para hacer que todo fluya más y más, rápido. Un verdadero culto a la rapidez, para no perder el precioso regalo del tiempo. Mantener este culto hacia la aceleración, hemos de pagarlo con la salud y la felicidad de la familia. Vamos en camino de la extenuación de la Madre Tierra que es quien nos brinda el alimento y todo el sustento que necesitamos para vivir. Me parece un precio demasiado alto.

Nos falta el tiempo pues siempre estamos queriendo hacer demasiadas cosas, entonces nos establecemos rutinas, horarios para todo, y quedamos prendidos al reloj. Así no podemos disfrutar de nada, pues nuestra mente, al no poder quedarse en el presente, se encuentra siempre enfocando la próxima actividad. Además padres y maestros, enseñamos a los niños que es necesario aprender a ser rápidos, y así no creo, que en tal mundo, se pueda conocer un verdadero disfrute.

En esta etapa tan informática, probemos de preguntarnos, de cuestionar todo, o mejor aún de intentar: hacer cada cosa un poco más lentamente. Cuando dudo, generalmente busco donde está el punto de equilibrio. En este caso sería en vez de hacerlo todo tan rápido, o muy lento, (dependiendo de las circunstancias en que uno esté), sería hacer eso mismo, o más rápido, o más lento. Meditar, buscar acallar la mente, dibujar, tejer, hacer jardinería, etc.; son ayudas para andar más lento.

En edad avanzada, como es mi caso, ya todo se realiza mucho más lento, y el tener que acelerar es un gran desafío. Podemos permanecer, imperturbables, y en paz, aún al comprender que deberemos acelerar. Al hacer mi caminata diaria, voy  atenta a la postura de todo mi cuerpo, al sonido del viento al acercarse o alejarse, al canto de los pájaros, es todo tan placentero, que cuando tengo que cruzar el camino y se acerca un coche, mis dos bastones me ayudan para apurar, y así avanzo tranquila.

Todos tenemos el derecho a elegir el ritmo y las actividades que nos hacen felices. La enseñanza recibida, y la costumbre, muchas veces nos obligan a cambiar ese ritmo, al que en general, preferimos movernos. Pero cuando uno elige una vida más espiritual, donde todos nuestros sentidos, (tanto los externos como los internos), están atentos al momento presente, el disfrute puede ser tan grande, que pasa a ser: “Gozo de Vivir”, y gran agradecimiento por poder vivir estas maravillosas emociones.  

La vida es una constante práctica de decisiones, más o menos acertadas, de lo que quiero llegar a ser, a descubrir, o a sentir. Me enseñaron que primero está el deber, y después, recién puedo ir a jugar. Y gracias a eso, fui muy buena estudiando, buena profesional, buena esposa, y no tan buena madre, pues repetí las enseñanzas recibidas. Ahora practico el cocinar mi propia comida, y comerla muy lentamente, saboreándola a fondo. También me ocupo de atender mis relaciones y mi postura.