El dolor de uno, es el dolor de todos.

Estoy sintiendo que todo se fue dando como para que reflexione sobre esto. En el lapso de dos o tres días, varias amigas se acercaron a contarme de su gran tristeza. Todas se referían a cómo les costaba poder aceptar la total falta de sentimientos de algún otro, podía ser del propio marido, de una amiga para con su propia madre, o de la incomprensión de su jefe para con su hijo adolescente… Yo las escuchaba viendo mi propio dolor, y oía mi propia voz respondiendo: “No es que sean insensibles, que no sientan, han bloqueado su sentir, como sistema de defensa para no sufrir. Sí, les parece que no sufren, nos parece que no sienten, que no aman, pero “no amar”, no es posible. El amor está en nuestra propia naturaleza.

Debe doler horrores verse así tan vacío de todo…” No podemos  juzgar a otros, pues no conocemos qué percepciones, qué vivencias, los han llevado al punto en que los encontramos. Si sabemos que todos compartimos ese único Ser Esencial, que es eterno, inmaculado, perfecto, que es puro amor, compasión, y misericordia, ¿Cómo podríamos no sentir, no amar y no perdonar especialmente a los seres que tenemos más cercanos, a los de nuestra propia familia?

Y me pregunto: ¿Por qué me vienen a contar todo eso, justamente a mí, en esta etapa de mi vida? Y me contesto: “Porque recién ahora estoy pudiendo comprender, por sentirlo, cómo me duele a mí el dolor y la tristeza de mis amigas, y cómo me toca en lo más profundo de mí, el dolor de los que sufren de “ignorancia” y se protegen cancelando sus funciones, anulándose a sí mismos, para evitar que les duela, cuando hay tantas otras posibilidades… Y cuando así lo sientes, ya sabes que no puedes quedarte callado, quieres hablarle a la humanidad entera, alertarlos del peligro, para que se liberen de esa prisión donde se encierran a sí mismos.

Pero los problemas de uno no son los problemas de todos: Un amigo me llama bastante angustiado pues la Municipalidad le aparece cada vez con nuevas exigencias y necesita contratar a un electricista matriculado para que revise y actualice toda la instalación eléctrica de su local. Me pregunta si conozco a quien él pueda recurrir, pues él no entiende nada de todo eso.

Comprendo que no sabe cómo sacarse ese peso de encima. Y me veo a mí, en parecida situación, sintiendo como toda la tecnología de electrodomésticos, computadoras y teléfonos, me viene atropellando  sin parar. Esa es mi percepción, pero también sé que para  otros, los jóvenes y los niños, sienten que están ante un banquete servido, comen y comen y quieren más y más… Me quedo reflexionando sobre todo esto.

Diferentes generaciones sentimos de forma muy diferente siendo que en esencia somos ¡tan iguales! Todavía esto me asombra… En mi caso, comprendo que pongo una resistencia a todo este avance tecnológico, mi crianza y la educación recibida fue muy distinta a la de los jóvenes de ahora. Los veo muy cómodos, no quieren salir de su zona de confort, sino que la amplían más, deseando mantener control sobre cosas y personas. No buscan el crecimiento interno, y se engolosinan con que les den todo servido.

Todos mis problemas con la tecnología, me aparecen como ayuda para que yo trabaje mis resistencias, y a “los jóvenes”, les aparecen problemas de relaciones, que los obliga a mirar para adentro, a soltar tanta comodidad y control… Pero hay más para ver. Decidida a ayudar a mi amigo en lo que me estaba pidiendo, hago uso de la tecnología, mando un  mensaje, se empiezan a dar las sincronías, me encuentro con otra persona, le pregunto al respecto, tiene el dato justo, se lo pasará al interesado, y allí yo feliz por el resultado de la gestión, me descubro preparando un comentario que no beneficiaría a nadie…

¿Qué es esto? ¿Para qué?, no es útil ni necesario para nada… esto es del ego… Mientras estoy viendo eso noto cómo el comentario se va transformando y sale totalmente inocente. Me despido y me voy feliz de haber “visto” que sólo por  “darme cuenta”, ya sale diferente. ¡Así es cómo el estar presente, y la atención activa transforman todo! Entonces, simplemente me digo ¡Gracias!