Justamente cuando me estoy haciendo este tipo de preguntas, por esas sincronías que siguen ocurriendo en mi vida, un amigo me regala un libro y me dice: – “Este libro es una joya de conocimiento, a vos te va a encantar, se llama Edición Castellana del Eneagrama Sufi, proviene de allá lejos y hace tiempos… y cuando lo leas me gustaría me cuentes que te parece”. Y no solo lo leo y me gusta sino que lo estoy resumiendo, cambiando algunas palabras, intentando hacerlo más fácilmente  comprensible no sólo para mí, sino para poder publicarlo y compartirlo con mis amigos que gustan de leerme. Pero además lo  sincrónico es que este libro me explica esta pregunta que acá me hago y mucho, mucho más también.

La relación que hay entre el Espíritu y el Alma es la misma que hay entre el agua en estado líquido y el agua en estado de vapor. Es el mismo elemento pero en diferentes condiciones de acción. El Espíritu vendría a ser la antena de recepción divina, instalada en el hombre. El Alma no tiene que ver directamente con Dios, es la antena para la conexión de las Almas entre sí, del respeto, la valoración, y la hermandad. Lo Espiritual tiene que ver con la religión, la reunión del Espíritu con Dios, pero para llegar a ello hay que pasar por el respeto y la valoración de las Almas entre sí. Hay una continuidad entre la Moral y la Fe, una prepara la otra. Un Alma  es compasiva y solidaria con otra porque hay algo superior al nivel humano que las conecta, es la “comunión  de Espíritus”, lo que está por detrás.

Ya los antiguos tenían una misma palabra para la proyección del sujeto y para la proyección de la realidad. Usaban una palabra, que para nosotros equivaldría a “imaginación” para las dos cosas, y decían: …“este mundo es imaginación dentro de la imaginación”, donde hay un sujeto que imagina ser alguien, y también imagina la vida que el sujeto vive. De ahí que dijeran que estamos todos dormidos, que somos sonámbulos, y que recién al morir, (a esta vida y al “yo”) despertamos. El hombre imagina, sueña ser alguien y vive en sueño una vida ilusoria, irreal. El hombre es un sonámbulo y la vida es sueño.

Lo que en el fondo todos queremos es recobrar la Unidad perdida, el Espíritu. La luz de la Esencia es la que nos permite ver, porque está conectada con la Conciencia que es la que conoce. La mente vendría a ser: “Conciencia hacia afuera”, o conciencia de segundo grado. Esa es nuestra pantalla de proyección, una conciencia enfocada no en uno mismo, en nuestra identidad real, sino en las imágenes mentales que nos presentamos.

Fuimos creados a imagen de Dios: Esto lo hemos escuchado tantas veces, pero, ¿eso qué significa? Estamos siendo imaginados, proyectados en la Mente de Dios. La imaginación de esa Mente, no es como en la nuestra, una sugestión psicológica. La Mente de Dios corporiza lo que piensa como realidad. Pero lo importante aquí es que la Esencia o Alma del ser humano es una parte de la Mente de Dios, de modo que lo que proyecte produce realidad. “Y como el ser humano es una función de Dios en el mundo. Seríamos las terminaciones nerviosas de la Mente Divina en la tierra”.

Como seres humanos tuvimos fuerza y la perdimos, y eso nos impulsa a recuperar esa fuerza que tuvimos. Quedó un recuerdo en la mente, y se lo intentará recuperar desde allí, como una proyección mental, como una imagen, como una idea. Y, ¿Cuál es la idea?: “Soy fuerte”. Y, ¿Cómo es la imagen?: De omnipotencia, de superioridad. La imagen y la idea constituyen la identidad recuperada. Esta imagen está idealizada, exaltada. Una cosa es tener la cualidad de “fuerza” en el mundo real, donde esa fuerza tiene límites, y otra muy distinta es tenerla en el mundo ideal, donde nos parece real, y sin limitaciones.

Al no tener una imagen definida terminamos buscando nuestra identidad y presencia en el mundo, en la imagen idealizada, porque buscamos producir un efecto preciso: sacarnos a nosotros del sentido de escasez, del complejo de inferioridad, de la ignorancia de sí. Y es por eso que para superar la depresión viene la exaltación, para superar la inferioridad, viene la superioridad… En esto no hay  límites, por eso la imagen proyectada es tan atractiva y seductora, tan fácil de creérsela, (al ofrecer algo más grande que lo que se perdió), y por todo esto, es tan común caer en la identificación.