Actualmente me pregunto: ¿Alguna vez yo habré sido espontánea? Creo que solamente cuando era pequeña y todavía no había aprendido cómo debe hacerse cada cosa. Para colmo, siempre me gustó estudiar y aprender, así que tengo más reglas que cumplir que la normalidad de las personas. Yo quisiera ser lo más natural posible sobre todo en las relaciones familiares y con los amigos, pero me veo considerando qué es lo que el otro sentirá si le digo o le dejo de decir.

Pienso que los animales, que actúan guiados por sus instintos, son más espontáneos que nosotros, a los que nos guía predominantemente la razón. Por un lado hago una cantidad de prácticas meditativas y de silencio para desarrollar la autoconsciencia, siendo que lo espontáneo sería ese conjunto de acciones inconscientes de nuestro proceder cotidiano, y allí lo instintivo, al no ser algo guiado por nuestro cerebro, (por esa puja entre lo que deseo y lo que pienso), toma el mando de nuestro accionar.

Hace un rato, mientras cocinaba, comprendí que la creatividad es parte de la espontaneidad y también de la felicidad. Cada vez que entro en mi cocina, me significa algo emocionante que está por ocurrir. Empiezo viendo qué ingredientes tengo, y necesito inventar qué puedo hacer con ellos. En el proceso de ejecución todo va cambiando, voy considerando que es bueno para mi salud en esta etapa de mi vida y lo que termino comiendo, que nunca tiene nombre, es muy diferente a lo que primero pensé. !Pura creatividad!

Ahora mientras escribo voy descubriendo que al ser nosotros seres humanos, no podemos ser solo instintivos y espontáneos, ni solo conscientes y pensantes. En la etapa adulta la espontaneidad se lentifica, y hasta se estanca como consecuencia de repetir los mismos actos e iguales tareas tantas veces. Nos tornamos más conservadores, más previsibles y menos inventivos. Nos hemos acostumbrados a programar todo y en mi caso hasta tengo pensado cómo quisiera morirme.

Vivir de una manera más espontanea, sin planificar tanto, es posible. Lo que nos ayudaría es el “asombro” ante toda circunstancia que nos vaya tocando vivir. Me di cuenta de esto en circunstancias en las cuales dos desconocidos,  (supongo eran turistas), me preguntaron algo y continuaron caminando a la par mía mientras conversábamos. Me asombró ver lo placentero que nos resultaba a las tres personas ese encuentro. Parecíamos niños jugando a las visitas, no había ningún apuro, ni miedo, ni ansiedad.

Al  abrazar la espontaneidad en nuestra vida, la transformamos en una obra de arte, en una tela en blanco, donde el cuadro está por nacer, es pura creatividad, pues siempre lo que no nos guste, podrá cambiarse. Somos gobernados por leyes universales que rigen para que nuestra conducta sea más natural, sin tanta programación. Vivir es gozar de la compañía de uno mismo, es adaptarse a las condiciones externas, permitiendo que ocurra esa evolución constante. La vida, transcurre espontáneamente, no se detiene, simplemente pasa, y pasa y pasa y seguirá así porque es espontánea y también está evolucionando.