No puedo menos que sentir y exclamar: ¡Qué maravilla es esta vida”!, al vivir todo el agradecimiento, que vengo sintiendo desde hace dos días, o quizás desde que llegué este verano a instalarme acá en “la Volada”, (la casita que tengo en la chacra de El Bolsón). Pero me limitaré a relatar sólo los más recientes, así al leerme, pueden ir viviendo todo lo mismo que vivo en estos momentos, yo, al recordarlo.

Hace dos días, los responsables del retiro que está ocurriendo en “La Casa de Todos”, (ya mis amigos, pues vienen desde hace tiempo a hacer sus cursos aquí), me invitaron a almorzar con ellos. Fui antes de lo acordado, pues me fascina ver cómo cocinan. Tenían invitado a un Chef profesional, al que verlo picar el perejil, ya era asombroso, pues al mismo tiempo (con la atención expandida), daba indicaciones.

Era un grupo de 20 personas, que luego de los postres, se me acercaron a agradecer: la posibilidad de vivir lo que estaban viviendo, en un espacio tan bien pensado, con una energía tan especial. Una me dijo: “Yo como artesana incursioné en muchas construcciones de barro, pero en ninguna he visto los mosaiquitos, ni las botellas de las paredes, puestas con tal gusto que, ¡me resultan admirables, la felicito!

Porque yo se lo había pedido, el responsable me dijo: ven a las 16 hs., que cuando termine con el curso, ya tranquilos y a la sombra del ñire, te haré un masaje. Y volví, (este verano es muy caluroso), pero sobre esa gruesa colchoneta, era una delicia estar, y tal como otros años, volví a gozar y a asombrarme, de la maestría con que ese hombre, a través de sus manos, piernas y cabeza me estiraba, me manipulaba.

Cuando yo le pregunté: ¿cómo te pareció que respondía mi cuerpo?, él me dijo: es un cuerpo que está “cansado”, pero tu entrega, tu respuesta a la vida, y tus deseos de disfrutarla, están sanos, te encuentro muy bien. Pasado mañana, como a esta hora, te haré otro masaje. Y nos quedamos charlando un buen rato luego del masaje, de lo qué es la espiritualidad, la vida, lo que es ser un maestro, etc.

Ayer llegó mi hija con mi yerno, y ya no sé cómo explicar la inmensa alegría que me embarga. Ellos viven en Roca, y a pesar de que ya me habían avisado que vendrían, yo estaba ansiosa, pues habiendo calculado que llegarían a las 10hs., llegaron recién a las 13hs. El abrazo que nos dimos sanó tanta ansiedad. No parábamos de conversar. Más aún, durmieron en mi casa y se fueron hoy temprano.

Además, por el hecho de no partir ayer, participaron de una reunión que ya teníamos programada, entre el encargado de la chacra, su ayudante, y yo. Nos aconsejaron tan bien, cómo contratarlo, que debería traer un certificado médico de que estaba apto para realizar trabajos pesados como peón. Todo esto me hace sentir que yo soy una privilegiada de lo “Alto”, o ¿será que me lo voy ganando?