El querer corregirse a sí mismo, ha preocupado al hombre a lo largo de toda su historia. Las distintas religiones y los diversos sistemas practicados en el Tibet, la India, y Japón, como el Budismo Zen y el Raja Yoga, han influido en todos los tiempos y siguen influyendo hasta en los tiempos actuales; pero nos resulta difícil modificar los hábitos que nos han enseñado, que hemos aprendido mediante un proceso de repeticiones y explicaciones.

En el estado de vigilia tenemos cuatro componentes: sensación, sentimiento, pensamiento y movimiento. En realidad en el estado de vigilia no hay un solo instante en que no estemos empleando todas nuestras facultades. Y es por eso que si queremos mejorar algo en nosotros, lo que hagamos influirá sobre otras partes y estaremos trabajando alternativamente al todo y a alguna parte. La vida humana es un proceso continuo, con muchos factores que lo influyen, y lo que debemos mejorar es la calidad de ese proceso.

Así como en cualquier proceso complejo, las desviaciones de lo que se pretende conseguir, son una ayuda para retomar el rumbo, cuando uno quiere corregirse a sí mismo, también los debemos emplear para dirigir la corrección. Y lo que he observado es que nos conviene comenzar corrigiendo la calidad del movimiento, porque es lo más fácil de notar, y hace intervenir a todo el sistema nervioso. Además toda actividad muscular origina un movimiento, y ese perfeccionamiento de la acción corporal, refleja un cambio en el control central del sistema nervioso.

Nuestra capacidad para movernos influye mucho sobre la propia valoración. Yo veo en mi caso, con esto del temblor esencial, yo me siento disminuida, y eso que recién me apareció a los sesenta años, hay personas que nacen con defectos que los invalidan y los marcan para toda la vida. A mí el temblor, más notorio en mi mano derecha, me obliga a estar muy atenta antes de realizar el movimiento, o sea a prepararme con anticipación, y a mantener el pensamiento exclusivamente en lo que esté haciendo. Son todas cosas que agradezco que sucedan, “no hay mal que por bien no venga”, –  dice el refrán, y yo sé que el bien que llega es mi crecimiento como persona más consciente.

Nuestra respiración refleja todo esfuerzo emocional o físico así como cualquier trastorno. También es sensible a los procesos internos y a los repentinos e imprevistos cambios emocionales, que nos sorprenden o asustan. Llegando a detenerla por completo. A lo largo de toda la historia humana encontramos sistemas y normas encaminados a inducir relajamiento y calma mediante la práctica respiratoria. Nuestro esqueleto es tal, que nos resulta casi imposible estar en calma y en paz, sin una columna vertebral derecha. Las rutinas o hábitos ya establecidos son difíciles de cambiar, pero cuando el hábito ha perdido su principal sostén, el muscular, se torna más dócil al cambio.