Nuestro mundo globalizado ha entrado en crisis, nosotros, los habitantes de este mundo, también estamos con múltiples y simultáneas crisis de todo tipo: de relación, de trabajo, económicas, de supervivencia… Esto implica que nos aparezcan múltiples y constantes necesidades a atender. Estamos cansados, nos sentimos ¡sobre exigidos! y muchos estamos enfermando.

De todas estas crisis, la mayor de todas es la “Crisis de Pensamiento” Nos cuesta comprender que el pasado ya no existe, que ya se fue, y que la vida no para en espera de que vuelva lo de antes, que el mundo cambia, así como también nosotros cambiamos momento a momento. Hemos de buscar nuevas maneras de vivir, soluciones que apoyen un mundo que ya está siendo totalmente diferente.

Los países ya no deciden aisladamente, las decisiones son mundiales. Sin embargo nosotros, que hemos impulsado y aceptado el globalismo nos sentimos separados unos de otros. Esto así lo hemos creado entre todos, la solución ha de ser buscada entre todos, ya no se trata de resolver mis problemas, o el problema de unos cuantos. Tenemos que comprender que la “Humanidad” es una unidad de inteligencia que fue formándose a través de milenios, adaptándose a continuos cambios, evolutivos e involutivos. Así llegamos al punto en que estamos en esta gran curva del aprendizaje. «Somos UNO», !No somos muchos!

Ahora hemos de preguntarnos: ¿Este es el mundo que queremos, que soñamos para nosotros y nuestros hijos? Si bien la ciencia está haciendo grandes avances,  no tiene todas las respuestas. Podemos plantearnos esto: ¿Cómo sería nuestro mundo si no separáramos la ciencia de la espiritualidad y el arte de la vida diaria? Estando presente, al mirar belleza, se crea un sentimiento en mí que cambia la química corporal. Reacciones metabólicas ocurren en mi cuerpo y cerebro y la vida se torna en algo tan diferente, tan natural, donde ya no compito, no me siento en lucha constante, sino que me nace el colaborar, compartir, servir.

Sólo así puedo conocer un grado de felicidad que no conocía antes, que no depende de lo que ocurra afuera, sino que depende de poder ser eso que vine a ser en esta vida, para lo que llegué provista con ciertas cualidades o potencial a desarrollar, que es mi vocación, lo que me gusta hacer, y que tengo para brindar a otros, para alegrar tanto mi vida como la de ellos.

Ante un mundo nuevo que está emergiendo, necesitamos cambiar de paradigmas. No más el mando del poder patriarcal basado en la amenaza y la culpa, aceptado ya desde hace tanto tiempo. Hay tres principios universales reconocidos por las tradiciones: El Creador, (Bhrama, el Padre, la Inteligencia); El Protector, (Shiva, la Madre, el Amor) y el Transformador, (Shiva, el Niño, la Sabiduría, libre, orgánica, no condicionada)

El padre absoluto se volvió despótico, un tirano que sometió a madre e hijos. Acabamos perdiendo el amor materno, (pues ella decidió competir con el padre), y también la sabiduría animal y corporal, que dejamos de escuchar. El nuevo paradigma trinitario, es para instalarlo en la familia, en nuestras mentes y valores, y en las formas de gobierno: Un poder central, un poder tribal o democrático, y el comando autárquico de cada cual sobre sí mismo. ¡Acá, en mí, decido yo!

Dejemos de predicar, enseñar y forzar, reconozcamos nuestros errores e impotencia. Tengamos esperanza de que la nave patriarcal naufrague. La muerte de lo falso bastará para nuestra regeneración. El miedo, y la voluntad de sobrevivir a toda costa, vendrán con nosotros. El interés de escuchar “Conocimiento”, “Conciencia Superior”, “Palabras inspiradas”, nos pondrán en la “Frecuencia del Amor” y allí podremos confiar en que cósmicamente seremos ayudados. Seremos ampliamente recompensados.